Considerando que el
realismo de Balzac, no consiste en las condiciones formales en las cuales se
resuelve su arte ¿En que consiste? ¿Cuál es la fuente de la superación de la
realidad que torna perennes las creaciones de su genio? La idea que pretendemos
sostener es que este efecto responde a las condiciones de la génesis de donde
emerge su obra.
¿Que puede decirse
de aquel hombre que llevaba todo un mundo en su cerebro, lo construyó, lo
modeló, lo puso en movimiento y lo dotó de vida? Todo en Balzac es enorme,
exagerado, tanto la fuerza como la delicadeza exquisita que se revela en el
centro de una narración frenética en que se desatan los sucesos. En esta enormidad,
el genio monomaniaco que quería hacerle la competencia al registro civil, logró
superar la realidad, y dotar a sus creaciones de una vida ardiente que el mundo
raramente ofrece.
En este contexto ¿a
quién resultaría extraordinario que la vida misma de nuestro autor termine por
adquirir el cariz esencial distintivo de sus novelas? Aquí lo que vemos, es la
verificación de dos movimientos complementarios cuya dinámica se retroalimenta.
Balzac crea un mundo a su imagen y semejanza y luego es modelado en este mundo,
en que habita idealmente, de acuerdo a las mismas leyes que su entendimiento en
él proyecta. Como si este mundo, de golpe cobrara vida, es arrancado de su
autor y él resulta arrojado y sometido a ésta, su creación, como un personaje
más de sus novelas. No es extraño que así sucediera. Pascal nos recuerda que un
príncipe que estuviera sometido día tras día a soñar que vive en una pesadilla
perpetua sería tan desdichado cómo aquel desgraciado arrojado a una vida
miserable. ¿Y no podría decirse otro tanto, del genio balzaciano, enfrascado
toda la noche, en su mundo de fantasía, poniéndolo en movimiento, y otorgándole
pacientemente calor con su sangre hasta que, poco a poco, este mundo cobra vida?
Este es el secreto
del realismo de Balzac. El artista crea un mundo a su imagen y semejanza, y si
logra alcanzar y aun sobrepasar la realidad de nuestro mundo, es porque se
apoya realmente en aquel otro cuya experiencia íntima le revela su genio. Es
así que el autor realista no copia sus personajes y mucho menos los inventa,
todo su misterio radica en que los vive hasta el fondo. Su experiencia en este
sentido no es puramente teorética sino que vive en ellos, y, como el Dios de la
creación continúa, ellos viven necesariamente a través de su presencia en el
autor.
Esto mismo expresa
Balzac, y fue perfectamente entendido por otros artistas. El autor, no se
acobarda ante los tipos sino que los sigue en su repliegue más profundo y, una
vez instalado en él, se apropia su secreto y vive idealmente a través de su
carne. Esta enorme capacidad, este secreto creativo, le permite a nuestro autor
convertirse en un alquimista en el mundo de las pasiones.
Como si las
pasiones también tuvieran su código químico, cada personalidad resulta
descomponible en sustancias más simples, más básicas, cuyo modelado constituye
todo estado complejo. La tabla periódica de las pasiones simples, de los módulos
más básicos en función de los cuales se conforman y armonizan los tipos
humanos, una vez identificada, nos permite la reconstrucción vital de todas las
posibles personalidades. Es así que todo
carácter se constituye en un complejo en equilibrio, un múltiple
estructurado, cuya resultante termina por expresar el carácter esencial
correspondiente a los tipos.
A partir de aquí
podemos entender cómo los personajes se encuentran vivificados. Los tipos son
conformados desde una química constitutiva básica, y una vez construidos, el
autor se proyecta en la realidad conformada experimentando subjetivamente la
vida de los caracteres constituidos. En este sentido, toda personalidad no
resultará ser otra cosa que la expresión de determinada potencia, como si ésta
emergiera desde un núcleo más profundo. El cuerpo será otra de las
manifestaciones de esta realidad más fundamental como si representara el despliegue
centrífugo del carácter vívido.
De aquí que se haga
indispensable una descripción cuidadosa y detallada de los personajes. El
ambiente no solamente modela el carácter sino también el cuerpo. Recordemos
que, según el monismo de Saint Hilaire, ambas formas representan
manifestaciones correlativas de una misma sustancia básica. Es este núcleo de
cada carácter el que, con mayor o menor fuerza, se precipita desde el abismo
interior y emerge en la realidad manifestada revelando en ellos su potencia
constituyente. A partir de aquí, nos será posible, realizar una decodificación
estética de cada cuerpo, indagando a qué estado de equilibrio psíquico
corresponde. Esta correspondencia es necesaria, una vez que se reconoce que
ambas no son sino manifestaciones parciales de la misma realidad. La
correlación teórica, para hacerse efectiva, requeriría una indagación en
profundidad en el núcleo fundamental que se expresa a través de los tipos.
El mundo creado es
aquí, el mundo como expresión y ocasión. El modelado ambiental, se ofrece como
simple ocasión de expresión, interaccionando con la dinámica intrínseca en
función de la cual se resolverá la evolución del núcleo básico, expresándose en
ambas modalidades correlativas, en el aspecto interior y en el aspecto físico.
De este modo, el espíritu interior se revelará en el cuerpo del mismo modo en
que el artista se encuentra impregnado en su obra. El cuerpo mismo también es
“creación”, y en este sentido se encontrará sometido a las mismas condiciones
formales que se dan en todas las humanas creaciones.
El objetivo de
Balzac, según el mismo autor expresa, consistía en realizar una especie de zoología
de los tipos humanos que conforman la sociedad. Su posibilidad teórica se funda
en que cada personaje no será sino la expresión de distintos principios comunes
que el autor encuentra en sí mismo. Principios a través de los cuales
establecen diferentes mezclas y composiciones cuyo equilibrio constituido
fundará la diversidad de los tipos. Estos tipos se encuentran animados en su
interior por el equilibrio psíquico vivido subjetivamente por el artista. Esta
será la base del realismo de Balzac, y no la copia, la técnica narrativa o la descripción
de los hechos.
Por otro lado, cada
equilibrio constituido, se revelará vitalmente en una trayectoria dada. La idea fuerza representa aquella tendencia
emergente en función de las cuales se pliegan y armonizan todas las demás.
Esta hará las veces de centro de su orientación vital. La monomanía, que los
personajes de Balzac siempre padecen, no es sino resultado de un ejercicio
teórico, una exageración de la realidad que permite verificar y revelar su
dinámica. En este sentido no representa sino el equivalente de las condiciones
ideales que permiten simplificar los cálculos, identificar todas las
interacciones y resolver la dinámica en condiciones específicamente
determinadas. El mundo de Balzac representa, a partir de aquí, una superación
de la realidad que permite revelarla; un experimento mental, donde los tipos se
constituyen, se define el medio y la situación, se los dispone y, una vez aquí,
se los libera para que la historia se resuelva por sí misma. Esta resolución,
al estar motorizada por modelos más o menos puros, resultará ser también
paradigmática y arquetípica. La identificación de la dinámica permite la
proyección de nuestros esquemas a nuevas situaciones más complejas de la
realidad vivida, a partir de la cual lograr una mayor inteligibilidad y
comprensión de sus mecanismos ocultos.
La monomanía se
constituye desde este esquema genérico de ocasión-expresión. El núcleo se
expresa tras el modelado, a través del cual, las tendencias constitutivas se
armonizan y, a través de múltiples transacciones entre sí mismas, darán por
resultado la emergencia de los distintos tipos. Esta emergencia se expresa en
una tendencia vital resultante, y, en condiciones dadas, gravitará en función
de la adquisición de un objeto idealizado. De este modo la monomanía se
constituye de acuerdo a la lógica que rige la expresión del núcleo fundamental.
Este habrá de encontrar escollos en su dinámica, habrá de ser reprimido, neutralizado
y excitado en diversos sentidos, de lo que resultará una dinámica emergente que
dará cuenta de la constitución de los diversos estados configuracionales distinguibles.
En dichos estados se fundará el carácter de su lógica de acción e interacción para
con el medio. Y, cómo un sentimiento que busca expresarse, el espíritu emergerá
igualmente en el cuerpo. El objeto de la
monomanía es un objeto idealizado a través de cuyo simbolismo, hablará a la
tendencia vital ampliamente predominante en que se expresa la alquimia de los
tipos constituidos. En este esquema, las diversas tendencias se pliegan, y, al
modo del esquema evolutivo ideado por Lamarck, el núcleo fundamental se
expresará en función de la adquisición del objeto pretendido.
Esto en lo que hace
a la fauna de los tipos humanos y a la lógica evolutiva de su formación. Debe
tenerse en cuenta, que el pensamiento presentará una realidad tan tangible y
real como la de los objetos físicos. De este modo, el pensamiento es una fuerza
viva y los objetos se encuentran impregnados de sentimiento. Como en La caída de la casa de Usher de Poe, el
mundo de Balzac es un mundo vivo, expresado por una fuerza enorme y aplastante. En este sentido, sus elementos resultarán
solidarios. El alma del artista no se encuentra solamente vivificando los
cuerpos sino que se encontrará como un aire sutil impregnando los objetos. De
aquí ese sentido profundo y triste que se manifiesta en sus descripciones. Del mismo modo, de aquí la necesidad teórica
de las mismas. Si el ambiente puede tener incidencia efectiva en el modelado
anímico, este se extiende aun en los aspectos más sutiles. Balzac nos recuerda
siempre la importancia ineludible de la plástica. Así como el arte, es el
sentimiento expresado a través de una idea, este sentimiento habita como un
doble extático de su creador. El hombre se siente sobrecogido por fuerzas que
desconoce, aunque adivine sin definirla aquella energía misteriosa codificada en
todas las creaciones. Y aquí, del mismo modo que un alma le habla a otra alma,
el ambiente le susurrará sus sentimientos al espíritu, modelándolo de manera
tan imperceptible como inevitable.
Con esto llegamos
al último punto que, a nuestro juicio, explica el realismo de Balzac. Su genio
no solamente no inventa los tipos sino que los vive hasta el fondo, los habita,
les extrae su secreto y los dota de vida. De aquí que estos adquieran esa vida
interior característica de su creador. De aquí también, esa superación operada
sobre la realidad, como si su frágil creación no soportara el peso enorme de su
autor. Esta vivencia subjetiva de la realidad no se agota en la vida de los
personajes, sino que impregna sus cuerpos y se extiende también hacia el
ambiente. Por eso París en sus novelas es un personaje más, un misterio triste
e inagotable marcando a fuego, paso a paso, cada sino.
Febrero de 2011