viernes, 4 de julio de 2014

La psicología del arte: Balzac



 Considerando que el realismo de Balzac, no consiste en las condiciones formales en las cuales se resuelve su arte ¿En que consiste? ¿Cuál es la fuente de la superación de la realidad que torna perennes las creaciones de su genio? La idea que pretendemos sostener es que este efecto responde a las condiciones de la génesis de donde emerge su obra.
¿Que puede decirse de aquel hombre que llevaba todo un mundo en su cerebro, lo construyó, lo modeló, lo puso en movimiento y lo dotó de vida? Todo en Balzac es enorme, exagerado, tanto la fuerza como la delicadeza exquisita que se revela en el centro de una narración frenética en que se desatan los sucesos. En esta enormidad, el genio monomaniaco que quería hacerle la competencia al registro civil, logró superar la realidad, y dotar a sus creaciones de una vida ardiente que el mundo raramente ofrece.
En este contexto ¿a quién resultaría extraordinario que la vida misma de nuestro autor termine por adquirir el cariz esencial distintivo de sus novelas? Aquí lo que vemos, es la verificación de dos movimientos complementarios cuya dinámica se retroalimenta. Balzac crea un mundo a su imagen y semejanza y luego es modelado en este mundo, en que habita idealmente, de acuerdo a las mismas leyes que su entendimiento en él proyecta. Como si este mundo, de golpe cobrara vida, es arrancado de su autor y él resulta arrojado y sometido a ésta, su creación, como un personaje más de sus novelas. No es extraño que así sucediera. Pascal nos recuerda que un príncipe que estuviera sometido día tras día a soñar que vive en una pesadilla perpetua sería tan desdichado cómo aquel desgraciado arrojado a una vida miserable. ¿Y no podría decirse otro tanto, del genio balzaciano, enfrascado toda la noche, en su mundo de fantasía, poniéndolo en movimiento, y otorgándole pacientemente calor con su sangre hasta que, poco a poco, este mundo cobra vida?
Este es el secreto del realismo de Balzac. El artista crea un mundo a su imagen y semejanza, y si logra alcanzar y aun sobrepasar la realidad de nuestro mundo, es porque se apoya realmente en aquel otro cuya experiencia íntima le revela su genio. Es así que el autor realista no copia sus personajes y mucho menos los inventa, todo su misterio radica en que los vive hasta el fondo. Su experiencia en este sentido no es puramente teorética sino que vive en ellos, y, como el Dios de la creación continúa, ellos viven necesariamente a través de su presencia en el autor.
Esto mismo expresa Balzac, y fue perfectamente entendido por otros artistas. El autor, no se acobarda ante los tipos sino que los sigue en su repliegue más profundo y, una vez instalado en él, se apropia su secreto y vive idealmente a través de su carne. Esta enorme capacidad, este secreto creativo, le permite a nuestro autor convertirse en un alquimista en el mundo de las pasiones. 
Como si las pasiones también tuvieran su código químico, cada personalidad resulta descomponible en sustancias más simples, más básicas, cuyo modelado constituye todo estado complejo. La tabla periódica de las pasiones simples, de los módulos más básicos en función de los cuales se conforman y armonizan los tipos humanos, una vez identificada, nos permite la reconstrucción vital de todas las posibles personalidades. Es así que todo  carácter se constituye en un complejo en equilibrio, un múltiple estructurado, cuya resultante termina por expresar el carácter esencial correspondiente a los tipos.
A partir de aquí podemos entender cómo los personajes se encuentran vivificados. Los tipos son conformados desde una química constitutiva básica, y una vez construidos, el autor se proyecta en la realidad conformada experimentando subjetivamente la vida de los caracteres constituidos. En este sentido, toda personalidad no resultará ser otra cosa que la expresión de determinada potencia, como si ésta emergiera desde un núcleo más profundo. El cuerpo será otra de las manifestaciones de esta realidad más fundamental como si representara el despliegue centrífugo del carácter vívido.
De aquí que se haga indispensable una descripción cuidadosa y detallada de los personajes. El ambiente no solamente modela el carácter sino también el cuerpo. Recordemos que, según el monismo de Saint Hilaire, ambas formas representan manifestaciones correlativas de una misma sustancia básica. Es este núcleo de cada carácter el que, con mayor o menor fuerza, se precipita desde el abismo interior y emerge en la realidad manifestada revelando en ellos su potencia constituyente. A partir de aquí, nos será posible, realizar una decodificación estética de cada cuerpo, indagando a qué estado de equilibrio psíquico corresponde. Esta correspondencia es necesaria, una vez que se reconoce que ambas no son sino manifestaciones parciales de la misma realidad. La correlación teórica, para hacerse efectiva, requeriría una indagación en profundidad en el núcleo fundamental que se expresa a través de los tipos.
El mundo creado es aquí, el mundo como expresión y ocasión. El modelado ambiental, se ofrece como simple ocasión de expresión, interaccionando con la dinámica intrínseca en función de la cual se resolverá la evolución del núcleo básico, expresándose en ambas modalidades correlativas, en el aspecto interior y en el aspecto físico. De este modo, el espíritu interior se revelará en el cuerpo del mismo modo en que el artista se encuentra impregnado en su obra. El cuerpo mismo también es “creación”, y en este sentido se encontrará sometido a las mismas condiciones formales que se dan en todas las humanas creaciones.
El objetivo de Balzac, según el mismo autor expresa, consistía en realizar una especie de zoología de los tipos humanos que conforman la sociedad. Su posibilidad teórica se funda en que cada personaje no será sino la expresión de distintos principios comunes que el autor encuentra en sí mismo. Principios a través de los cuales establecen diferentes mezclas y composiciones cuyo equilibrio constituido fundará la diversidad de los tipos. Estos tipos se encuentran animados en su interior por el equilibrio psíquico vivido subjetivamente por el artista. Esta será la base del realismo de Balzac, y no la copia, la técnica narrativa o la descripción de los hechos.
Por otro lado, cada equilibrio constituido, se revelará vitalmente en una trayectoria dada. La idea fuerza representa aquella tendencia emergente en función de las cuales se pliegan y armonizan todas las demás. Esta hará las veces de centro de su orientación vital. La monomanía, que los personajes de Balzac siempre padecen, no es sino resultado de un ejercicio teórico, una exageración de la realidad que permite verificar y revelar su dinámica. En este sentido no representa sino el equivalente de las condiciones ideales que permiten simplificar los cálculos, identificar todas las interacciones y resolver la dinámica en condiciones específicamente determinadas. El mundo de Balzac representa, a partir de aquí, una superación de la realidad que permite revelarla; un experimento mental, donde los tipos se constituyen, se define el medio y la situación, se los dispone y, una vez aquí, se los libera para que la historia se resuelva por sí misma. Esta resolución, al estar motorizada por modelos más o menos puros, resultará ser también paradigmática y arquetípica. La identificación de la dinámica permite la proyección de nuestros esquemas a nuevas situaciones más complejas de la realidad vivida, a partir de la cual lograr una mayor inteligibilidad y comprensión de sus mecanismos ocultos.
La monomanía se constituye desde este esquema genérico de ocasión-expresión. El núcleo se expresa tras el modelado, a través del cual, las tendencias constitutivas se armonizan y, a través de múltiples transacciones entre sí mismas, darán por resultado la emergencia de los distintos tipos. Esta emergencia se expresa en una tendencia vital resultante, y, en condiciones dadas, gravitará en función de la adquisición de un objeto idealizado. De este modo la monomanía se constituye de acuerdo a la lógica que rige la expresión del núcleo fundamental. Este habrá de encontrar escollos en su dinámica, habrá de ser reprimido, neutralizado y excitado en diversos sentidos, de lo que resultará una dinámica emergente que dará cuenta de la constitución de los diversos estados configuracionales distinguibles. En dichos estados se fundará el carácter de su lógica de acción e interacción para con el medio. Y, cómo un sentimiento que busca expresarse, el espíritu emergerá igualmente en el cuerpo.  El objeto de la monomanía es un objeto idealizado a través de cuyo simbolismo, hablará a la tendencia vital ampliamente predominante en que se expresa la alquimia de los tipos constituidos. En este esquema, las diversas tendencias se pliegan, y, al modo del esquema evolutivo ideado por Lamarck, el núcleo fundamental se expresará en función de la adquisición del objeto pretendido.
Esto en lo que hace a la fauna de los tipos humanos y a la lógica evolutiva de su formación. Debe tenerse en cuenta, que el pensamiento presentará una realidad tan tangible y real como la de los objetos físicos. De este modo, el pensamiento es una fuerza viva y los objetos se encuentran impregnados de sentimiento. Como en La caída de la casa de Usher de Poe, el mundo de Balzac es un mundo vivo, expresado por una fuerza enorme y aplastante.  En este sentido, sus elementos resultarán solidarios. El alma del artista no se encuentra solamente vivificando los cuerpos sino que se encontrará como un aire sutil impregnando los objetos. De aquí ese sentido profundo y triste que se manifiesta en sus descripciones.  Del mismo modo, de aquí la necesidad teórica de las mismas. Si el ambiente puede tener incidencia efectiva en el modelado anímico, este se extiende aun en los aspectos más sutiles. Balzac nos recuerda siempre la importancia ineludible de la plástica. Así como el arte, es el sentimiento expresado a través de una idea, este sentimiento habita como un doble extático de su creador. El hombre se siente sobrecogido por fuerzas que desconoce, aunque adivine sin definirla aquella energía misteriosa codificada en todas las creaciones. Y aquí, del mismo modo que un alma le habla a otra alma, el ambiente le susurrará sus sentimientos al espíritu, modelándolo de manera tan imperceptible como inevitable.
Con esto llegamos al último punto que, a nuestro juicio, explica el realismo de Balzac. Su genio no solamente no inventa los tipos sino que los vive hasta el fondo, los habita, les extrae su secreto y los dota de vida. De aquí que estos adquieran esa vida interior característica de su creador. De aquí también, esa superación operada sobre la realidad, como si su frágil creación no soportara el peso enorme de su autor. Esta vivencia subjetiva de la realidad no se agota en la vida de los personajes, sino que impregna sus cuerpos y se extiende también hacia el ambiente. Por eso París en sus novelas es un personaje más, un misterio triste e inagotable marcando a fuego, paso a paso, cada sino.

Febrero de 2011